Guerra en Kurdistán – Represión en Alemania

El conflicto en Kurdistán a principios de los años noventa

Cuando el 15 de agosto de 1984 el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) inició la lucha armada, el gobierno militar turco se refirió a él como un puñado de intrépidos que muy pronto vería el final de sus andanzas.

Pero la situación que imperaba a principios de la década de los noventa era otra: el PKK se había transformado en un movimiento de liberación popular comparable con la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y controlaba ya vastas regiones kurdas al este de Turquía.

Había dejado de ser un conflicto interno meramente turco pues toda la OTAN se veía cada vez más amenazada por su flanco meridional. Con apoyo de sus socios en Occidente, Turquía emprendió una política de tierra quemada en Kurdistán.

Con el objetivo de privar a la guerrilla del apoyo local, la región en guerra fue despoblada sistemáticamente mediante la destrucción de más de 4.000 aldeas kurdas. Las protestas pacíficas de la población civil en contra de esta política en las localidades kurdas fueron rebatidas con fusiles de asalto, como ocurrió en 1992 en Lice y Şırnak con motivo de los festejos de Nouruz[1], celebrados a pesar de haber sido prohibidos, dejando un saldo de 70 civiles muertos.

En aquel entonces, por las calles se encontraban todos los días cadáveres de opositores kurdos que supuestamente habían sido víctimas de “perpetradores desconocidos” pero que en realidad lo habían sido del servicio de inteligencia militar turco (JİTEM) y de la Hezbolá kurda, organizada por esas fuerzas. Según diversas fuentes, entre 3.500 y 17.000 personas fueron víctimas de esta política, entre otras, también en 1992, el famoso escritor kurdo Musa Anter. Así pues, decenas de miles de presos políticos llenaron las prisiones de Turquía siendo torturados al extremo.

En un breve lapso de tiempo, los presidentes de diversas organizaciones de derechos humanos, como la Asociación de Derechos Humanos (İHD, por sus siglas en turco), fueron víctimas de esta ola homicida. Fueron prohibidos los periódicos de la oposición o sus oficinas reducidas a ruinas por el Estado profundo[2], como fue el caso del diario kurdo Özgür Gündem (Diario Libre) en 1994 en Estambul.

Diputados kurdos independientes, siendo Leyla Zana la más conocida, fueron condenados a 15 años de prisión debido a que durante el juramento de su cargo se habían pronunciado en kurdo a favor de la hermandad entre los pueblos. La jefa de gobierno en aquel entonces, Tansu Ciller, durante cuyo mandato aconteció la mayoría de los crímenes, había hecho abiertamente campaña electoral arguyendo que cada voto a su favor era una bala en contra del PKK.

La RFA y el rearme militar

Tras el golpe militar de 1980, también promovido por la OTAN, y en el marco de una repartición de tareas a escala internacional, la RFA asumió la de rearmar al ejército turco y de capacitar a sus oficiales poniéndolos al tanto de diversos métodos de combate de levantamientos. Simplemente hasta 1991 se suministró equipo bélico por un monto de 6,3 mil millones de marcos alemanes. Además, el gobierno encabezado por Helmut Kohl obsequió a Turquía gran parte del equipo militar de la NVA[3] que no era apto para ser integrado al inventario de la Bundeswehr: 300 vehículos blindados de tipo BRT-60 y 250.000 fusiles kaláshnikov, entre otros.

Difícil de olvidar son esas imágenes que en 1992 mostraron cómo el ejército turco arrastraba por las calles de Lice los restos de un guerrillero atado a uno de esos vehículos.

La resistencia y la represión en Alemania

Ya en la década de los años sesenta, en el marco del Acuerdo para el Reclutamiento de Trabajadores entre Alemania y Turquía, cientos de miles de personas provenientes de las regiones kurdas empobrecidas habían emigrado rumbo Alemania. Luego de que a principios de los años noventa las fuerzas armadas turcas destruyeran las aldeas inició una segunda ola migratoria. A diferencia de los y las inmigrantes del período anterior, muchas de las personas que entonces se vieron obligadas a emigrar estaban fuertemente traumatizadas a causa de la guerra. Nadie se había salvado de sufrir tortura o de tener familiares que hubieran sido asesinados o que se encontraran tras la rejas por motivos políticos. Esta generación veía al PKK como su representante político legítimo y tenía grandes expectativas en torno a la democracia y el Estado de derecho en Europa, a diferencia de Turquía que percibía como una dictadura militar.

En mayo de 1993 tuvo lugar la primera gran manifestación kurda en Bonn a la que asistieron 100.000 personas y que se desarrolló de manera pacífica.

Fue un asalto a la ciudad de Lice por parte de unidades del ejército turco, durante el cual perdieron la vida 30 personas y fueron destruidas 600 casas, la gota que derramó el vaso en 1993. En lugar de empatía por la situación que imperaba en su tierra, la población kurda en Alemania confrontó la difamación mediática y política, al tiempo que el apoyo militar y político que se brindaba a Turquía en su “combate al terrorismo del PKK” llegaba a su punto más álgido.

En toda Europa hubo agresiones a instituciones turcas como sus consulados, pero también a agencias de viajes y a cafés turcos. Para el entonces ministro del interior, Manfred Kanther, estos ataques fueron una buena ocasión para prohibir el PKK y todas aquellas organizaciones ser relacionadas a este partido en noviembre de 1993. Fueron muchas las asociaciones e instituciones kurdas que fueron asaltadas por unidades especiales que se llevaron detenidos a los que en ese momento estaban presentes.

Hasta 1996, en la RFA imperó de facto la prohibición anticonstitucional de todo tipo de reunión política relacionada con Kurdistán. Se prohibió todo tipo de evento y manifestación, que la policía supo impedir haciendo uso de la fuerza bruta. Los cuerpos policiales también ejercieron presión sobre la Federación Alemana de Sindicatos (DGB, por sus siglas en alemán) para que cancelara sus tradicionales mítines con motivo del 1.º de mayo bajo temor de que simpatizantes del PKK pudiesen mezclarse entre la muchedumbre.

Un triste clímax de esta omnipresente difamación en contra de “los kurdos” estuvo marcado por el fallecimiento de Halim Dener en julio de 1994 en Hannover. Este joven kurdo de 16 años fue muerto por una bala de un miembro de la policía mientras pegaba carteles con símbolos del Frente de Liberación Nacional del Kurdistán (ERNK). El tribunal competente consideró que se trató de un “accidente” y el acusado fue declarado inocente.

Luego de que en marzo de 1996, con motivo de una manifestación kurda en Dortmund que había sido prohibida, ocurrieran fuertes enfrentamientos entre manifestantes y policía, y el gobierno alemán reconoció que la represión ya no servía para evitar que la situación en la RFA se agravara. La población kurda, que había atestiguado cómo habían sido abatidas sus manifestaciones en su patria, no estaba muy dispuesta a dejarse intimidar por la policía alemana con su gas lacrimógeno o sus porras de goma. Las negociaciones entre el presidente del PKK, Abdullah Öcalan, y los servicios de inteligencia alemanes llevaron a un descenso de los niveles de violencia que prevalece aun hasta nuestros días.

2014

Desde los años noventa, las cosas han cambiado. Desde finales de 2012, el PKK se encuentra en proceso de negociación con el gobierno de Turquía con el objetivo de hallar una posible solución al conflicto mientras que en gran parte del territorio se mantiene una tregua de paz no pronunciada. Gracias a la autonomía, resultado de grandes esfuerzos, concedida a Rojava[4], como se conoce la región kurda en Siria, el Partido de la Unión Democrática (PYD), aliado del PKK, ha demostrado que el ideal de convivencia con igualdad de derechos entre diversas etnias y religiones, con formas de autoorganización cimentada en la democracia de bases y la liberación de las mujeres, no es solo una mera declaración de la oposición. Tanto los medios de comunicación como los políticos alemanes han tenido que reconocer la actuación positiva del PKK y del PYD durante el reciente rescate de varios miles de yasidíes provenientes de los montes de Senegal.

Lo que todavía persiste es la prohibición del PKK. Conforme el artículo 129b del Código Penal, activistas de origen kurdo son aún considerados miembros de una organización terrorista extranjera y siguen siendo objeto de persecución. Entretanto, mostrar banderas del PKK o retratos de Abdullah Öcalan es motivo de una represión aun más dura en Alemania que en la misma Turquía.

El Verfassungsschutz[5] mantiene el ojo bien puesto en las asociaciones kurdas y sus funcionarios continúan intimidando sobre todo a jóvenes kurdos políticamente activos.

Conforme el derecho de extranjería, se niega a kurdos y kurdas la naturalización y también pueden ser deportados de la RFA a causa de su mera presencia en eventos aun legales que guarden alguna relación con Kurdistán.

Luchar contra todo esto y declararse en favor de que se anule la prohibición del PKK sigue siendo una obligación internacionalista.

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[1] Nouruz es el año nuevo en el calendario persa que, entre otros, también se festeja en Kurdistán.
[2] En Turquía, el concepto de Estado profundo se refiere al Estado dentro del Estado: una red y camarilla conformada por miembros de las fuerzas armadas, los servicios de inteligencia, la política, la justicia, la administración, el crimen organizado y grupos de derecha responsables de atentados, masacres y operaciones secretas. También la sección turca de la red secreta stay-behind, que opera en los Estados miembros de la OTAN, es considerada parte del Estado profundo.
[3] NVA: Nationale Volksarmee, de 1956 a 1990 las fuerzas armadas de la RDA.
[4] Rojava abarca los cantones Efrin, Kobane y Cisire al norte de Siria, que actualmente se encuentran bajo administración kurda.
[5] Servicio de inteligencia para asuntos del interior.