Mérida, 25 de diciembre del 2019
Los 24 y 31 de diciembre, se les permite a los detenidos de Interpol una visita de una hora, en vez de los 15 a 20 minutos que usualmente pueden recibir cada semana.
Para visitar a Peter Krauth, hemos recorrido los 655 km entre Mérida y Caracas en doce horas en un taxi privado. Interpol Caracasse ubica en el edificio del cuerpo policial CICPC en la Avenida Este 6, en los alrededores del Parque Carabobo.
Al llegar a las 8 de la mañana, nos encontramos con aproximadamente 50 personas frente al edificio, haciendo cola para visitar a los detenidos de varios departamentos del CICPC. A partir de las 9 permiten a los primeros visitantes entrar al edificio. Resulta que no pertenecemos a este grupo y que nos toca formar una cola aparte para la visita de los detenidos de Interpol. Entretanto, hay alrededor de 30 personas esperando en una tercera cola a nuestro lado.
Muchos de ellos se ponen faldas blancas encima de los vaqueros y luego se quitan los pantalones, se cambian franelas coloridas por blancas. Se prescribe vestimenta blanca para distinguir visualmente a los visitantes de los detenidos. Trajimos un pantalón deportivo azul para Peter, porque los detenidos masculinos de Interpol tienen que vestirse de azul. Nuestra pequeña cola Interpol se vuelve más larga: llegaron tres personas más. A las 9:15 nos dejan entrar al edificio.
Nos identificamos y mostramos lo que trajimos (libros, medicinas, dulces navideños, hojillas y crema para afeitar y saludos en cartas postales de amig@s y camaradas alemanes y españoles). Se examinan todas las cosas con curioso interés, se abren cajitas y sobres, sin embrago no nos permiten que los entreguemos personalmente al detenido. Así que no sabemos, dónde quedarán a parar las galletas, hechas por nosotr@s mism@s en casa.
Seguidamente, nos llevan a un corredor espaciado y mal alumbrado y allá nos indican sentarnos en unas sillas. A la izquierda y derecha hay corredores más angostos y habitaciones. Una empleada de Interpol empuja sillas, formando dos largas filas, una enfrente de la otra. En un principio no entendemos el propósito de eso. Sospechamos que acá nos toca esperar de nuevo para llevarnos luego a una habitación de visitas.
Varias personas toman asiento del lado nuestro. Al ver a un hombre vestido de azul se me impone la imagen de vestimenta de reclusos y así es, la persona toma asiento en frente de la fila de sillas y sus parientes lo saludan.
Todavía pasan varios minutos hasta que descubrimos a Peter, abriéndose camino en medio de los empleados de Interpol, subiendo por la escalera hacia nuestro encuentro. En ambos lados hay funcionari@s de Interpol detrás de nosotros, formando filas para vigilar las visitas.
Una hora pasa volando. Peter nos habla de la rutina cotidiana, nos describe sus condiciones de arresto. Un detenido fue trasladado, otro fue extraditado, ahora viven diez hombres en un espacio de 20 metros cuadrados. El piso está cubierto de colchones que permanecen allá durante todo el día. La libertad de movimiento de cada uno se limita a su propio colchón, no hay otros caminos para caminar sin pisar el colchón de otro recluso.
En la mañana, se prende la luz a las cinco y media. Él que tenga café o té, se lo prepara utilizando el microondas. Amig@s o parientes tienen que llevar al calabozo hasta el agua potable. Él que no recibe sus provisiones desde afuera, depende de la solidaridad de los otros detenidos, o pasa hambre y sed.
A cambio de dinero es posible obtener privilegios. Les reos que sobornan a los empleados de Interpol tienen cama, fuman en el corredor, tienen más libertad para moverse,…
Peter es uno más de los detenidos normales. A partir de las 6:00 los acompañan al baño en grupos de a dos. A la vez, es la única posibilidad para caminar un poco y estirar las piernas. Visitas al baño adicionales valen plata. Una botella para los meados sirve para orinar durante el día en la habitación de detención común.
No es fácil pasar el día. Leer resulta casi imposible por la mala iluminación. La habitación de los detenidos no tiene ventanas y la iluminación es igual de carente como en el corredor, donde estamos sentados frente a frente, intentando comunicarnos en medio del vocerío de los demás visitantes.
Entretanto, se ha conseguido un televisor para la habitación de los reos. Hasta apróximadamente las dos de la madrugada retumba la bulla de las películas de acción. Solamente hay silencio entre las dos y las cinco y media. Demasiado poco tiempo para descansar de la convivencia en comunidad obligada y hacinamiento, para tener algo como privacidad en la oscuridad.
Después de un poco menos de una hora, la visita es interrumpida. El último abrazo a la carrera y luego llevan a los detenidos hacia otra parte del edificio que no es visible para nosotros. Nosotros emprendemos nuestro viaje de regreso de doce horas a Mérida, donde Peter ha vivido, donde sus amig@s están esperando el reporte de esta visita.
Para personas de Mérida resulta prácticamente imposible hacer las visitas ya que éstas se realizan solamente los sábados durante 15 a 25 minutos. Se necesita mucho dinero para viajar a Caracas. O se contratan taxis privados por un precio de alrededor de 450 dólares, o se viaja en avión, si uno tiene la suerte de conseguir un boleto para el único vuelo nacional que sale cada día, o a lo mejor se viaja con uno de los buses nocturnos que aún circulan, lo que incluye el peligro de asalto y robo. Por eso, Peter casi no recibe visita de personas cercanas y de su confianza.
Por suerte, hay un familiar de su novia en Caracas que se encarga de suministrarlo con víveres y hace las visitas de los sábados para organizar lo más básico. También su abogado, Dr. Gennys Pérez, visita a Peter todos los miércoles en horario especial para abogad@s.
Mucha fuerza para Peter!
Articulo 10 del pacto Internacional de Derechos civiles y politicos de las naciones unidas: 1. Toda la persona privada de libertad sera tratada humanamente y von respeto debido a la dignidad inherente al ser human.
Vaya que broma……